A punto de concluir su gira por el territorio el 28 de
octubre en el municipio Mariel, y
después de ofrecer sus canciones a los estudiantes del preuniversitario
Eduardo García Lavandero, el cantautor cubano accedió a conversar con Juventud
Rebelde.
«Esta experiencia en las escuelas ha sido difícil. Es un
público que no conoce la mayoría de mis temas, y está adaptado al sonido del
siglo XXI, que es digital, electrónico, y la guitarra suena medio folklórica. Así
que intento lidiar con diferentes estratos y edades. Con los adolescentes, por
ejemplo, me remito a las canciones que hice a esa edad y tocan algunas de sus
problemáticas, para atraparlos por ahí, pero no siempre lo logras, sobre todo
porque enfrentamos una crisis de valores, donde la superficialidad a veces se
impone.»
«Creo que, pese a esto, no podemos darnos por vencido. Es
necesario reproducir intercambios como este en escuelas y comunidades. Es bueno
que los muchachos escuchen a Bruno Mars, y lo sigan; pero también deben tener
buenos referentes del patio, para que las raíces de la música cubana no se
pierdan.»
De formación empírica, Gerardo sintió de niño pasión por la
música y, aparejado a esta, experimentó la necesidad de tocarla. «Me gustó
siempre aprender las canciones para cantarlas. La primera que me aprendí en la
guitarra fue Anduriña; la tocaba con el
dedo índice de la mano derecha y el de la izquierda, en la primera cuerda de la
guitarra que mi mamá tenía. Y cuando todos salían de la casa me quedaba
descubriendo el piano de mi hermana.»
«Desde pequeño tuve mucha influencia de cantantes
extranjeros, y bebí de ellos lo mejor (The Beatles, The Rolling Stones, Roberto
Carlos, José Feliciano), pero con el tiempo entendí que no se trataba de ser un
artista anglosajón, sino un artista latinoamericano y cubano, y comencé en el
movimiento de la Nueva Trova,
con Silvio como referente y una gran influencia de la música brasileña. Mis
composiciones eran con un tono romántico a lo Silvio, pero más movidas.»
Siempre en constante innovación, creó dos géneros musicales:
Guayasón y O´Changa. «Comencé a insertarlos en la Nueva Trova, pero este era un
movimiento muy rígido; solo querían la canción del texto y la melodía, sin nada
de ritmo, y eso no era bien visto, así que seguí con mi música un tanto movida
y guardé un poco esas otras creaciones.»
Gerardo se define a sí mismo como un apasionado de todo
cuanto hace, y del Che. Quizás por eso le fue tan fácil escribir ese tema que
ha recorrido el mundo y que, según confiesa, marcó un antes y un después en su
vida.
«Todo el que se arrima a ese buen árbol que fue el Che sale
triunfante. Encargarme esa canción fue lo mejor que hizo la Unión de Jóvenes Comunistas
conmigo. Componerla me organizó la idea que tengo de ese hombre que admiré y
amé desde niño, sin siquiera saber tanto de él o haber leído tanto de su
pensamiento. La compuse en seis horas y está llena de sentimiento, de buena
onda; y, sin pretender nada, se convirtió en un tema universal, aunque hace dos
años que en los medios masivos de difusión cubanos no se pone.»
«Son los sueños todavía elevó mi dimensión como músico, me
dio a conocer más en Cuba y el mundo, y me demostró una vez más que donde mejor
estoy es del lado del Che, con su bandera.
Sin embargo, si ahora mismo le permitieran llevarse solo una
de sus canciones, cargaría a cuestas con Eres Nada, una canción de desamor que
compuso por accidente y que no llegó a ser un éxito ni nada parecido, pero que
compuso muy rápido, en una tarde mágica, sentado en su casa.
Son sus sueños todavía los que parecen inspirarle en cada
presentación. Sin importar cuan desconocido pueda ser parte de su repertorio,
Gerardo Alfonso hace de cada concierto una descarga entre amigos, una fiesta
que disfruta a cada momento, y esa puede ser la fórmula con la que, un hombre,
en pleno siglo XXI, conquista todavía, con su guitarra al hombro.
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