miércoles, 17 de septiembre de 2014

La luz de mi oscuridad



Sucedió como dicen que pasa cuando muere la gente buena. Sobre el cementerio, caprichosamente, quiso llover justo a la hora de dedicarle el último adiós. Mi abuela dejó este mundo casi sin despedirse, con una enfermedad que de la noche a la mañana decidió manifestarse y que la hizo pedir a veces en silencio y otras a gritos abandonar la vida de una vez y por todas.


Me sorprendió la fugacidad conque se me fue, tan fuerte y caminadora, tan deseosa de conversar con quien fuera, tan llena de vida para pelear con abuelo y con cuanta persona intentara colarse en la bodega o en la tienda, la que le hacía favores a media humanidad sin importar cuan lejos hubiera que buscar la medicina o la leche de la bodega para el vecino.

No era una letrada, apenas debió aprender lo básico, lo que se podía a duras penas saber antes de 1959, pero veía la Mesa Redonda y el Noticiero, e intentaba mantenerse al tanto de todo lo que pasaba en el mundo. No era inteligente como mami, pero te daba lecciones de vida y te impulsaba a volar con alas propias.  En caso de error ella estaría allí con su hombro.

Fue militante del Partido de esas de convicción, y nunca nadie pudo ofender esta Revolución en su presencia, porque ella también se había jodido mucho para construirla y no dejaría que nadie se la pisoteara así como así. Y tenía hasta una medalla 28 de Septiembre de la que nunca presumió, pues de hecho me enteré que la tenía cuando murió.

También fue madre y abuela, con 3 hijos y seis nietos, y tía y hermana, siempre pendiente de todos. Y buena esposa, no por gusto abuelo la lloró tanto y ahora tiene esa tristeza en la mirada que tanto me duele.

Lo último que me pidió fue que arreglara sus uñas, y apenas me dio tiempo a hacerlo la última vez que le dieron de alta en el hospital. Fue una suerte cumplirle al menos eso y darle el apretón de manos y el beso que ya jamás le daré mientras esté despierta.

Todavía no se decir, voy para casa de pipo e inevitablemente digo casa de mima, todavía puede que por un buen tiempo siga dudando que murió. Es un proceso largo de adaptación, de resignación.

Abuela pasó a ser un bonito recuerdo, esa luz en la oscuridad que da fuerzas para seguir el camino, la motivación para seguir escribiendo aunque ya no me pueda leer, y la razón para querer más y cuidar a abuelo, ahora por las dos.

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