Sucedió como dicen que pasa cuando muere la gente buena. Sobre el
cementerio, caprichosamente, quiso llover justo a la hora de dedicarle el
último adiós. Mi abuela dejó este mundo casi sin despedirse, con una enfermedad
que de la noche a la mañana decidió manifestarse y que la hizo pedir a veces en
silencio y otras a gritos abandonar la vida de una vez y por todas.
Me sorprendió la fugacidad conque se me fue, tan fuerte y caminadora,
tan deseosa de conversar con quien fuera, tan llena de vida para pelear con
abuelo y con cuanta persona intentara colarse en la bodega o en la tienda, la
que le hacía favores a media humanidad sin importar cuan lejos hubiera que
buscar la medicina o la leche de la bodega para el vecino.
No era una letrada, apenas debió aprender lo básico, lo que se podía a
duras penas saber antes de 1959, pero veía la Mesa Redonda y el
Noticiero, e intentaba mantenerse al tanto de todo lo que pasaba en el mundo.
No era inteligente como mami, pero te daba lecciones de vida y te impulsaba a
volar con alas propias. En caso de error
ella estaría allí con su hombro.
Fue militante del Partido de esas de convicción, y nunca nadie pudo
ofender esta Revolución en su presencia, porque ella también se había jodido
mucho para construirla y no dejaría que nadie se la pisoteara así como así. Y
tenía hasta una medalla 28 de Septiembre de la que nunca presumió, pues de
hecho me enteré que la tenía cuando murió.
También fue madre y abuela, con 3 hijos y seis nietos, y tía y hermana,
siempre pendiente de todos. Y buena esposa, no por gusto abuelo la lloró tanto
y ahora tiene esa tristeza en la mirada que tanto me duele.
Lo último que me pidió fue que arreglara sus uñas, y apenas me dio
tiempo a hacerlo la última vez que le dieron de alta en el hospital. Fue una
suerte cumplirle al menos eso y darle el apretón de manos y el beso que ya
jamás le daré mientras esté despierta.
Todavía no se decir, voy para casa de pipo e inevitablemente digo casa
de mima, todavía puede que por un buen tiempo siga dudando que murió. Es un
proceso largo de adaptación, de resignación.
Abuela pasó a ser un bonito recuerdo, esa luz en la oscuridad que da
fuerzas para seguir el camino, la motivación para seguir escribiendo aunque ya
no me pueda leer, y la razón para querer más y cuidar a abuelo, ahora por las
dos.
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