viernes, 3 de agosto de 2012

Artemiseña… con orgullo

Todavía me parece oír las discusiones eternas de mi grupo en el preuniversitario. La liga de alquizareños y artemiseños vivía en constante litigio. Unos alegábamos ser mejores que otros sin imaginar que un día, no tan lejano, estaríamos todos identificados por el mismo gentilicio.
¿Quién me iba a decir que de habanera pasaría a ser artemiseña? Eso era impensable.
En un principio me costó mucho, a todos nos costó. Lo de ser habaneros era muy fuerte, nos hacía creernos incluso capitalinos. La gran ciudad y sus maravillas eran nuestra identidad. A los pinareños, otro tanto. El Valle de Viñales y las maravillas de los mogotes, el tabaco, la música de Polo Montañés, eran parte de sus raíces.
La idea, aunque acertada y bien pensada tuvo detractores. Habaneros y pinareños creíamos haberlo perdido todo. Sin embargo, aún en su corta existencia, Artemisa como provincia ha conquistado corazones, porque está más cerca de su pueblo.
Aún sin Prado, sin Malecón ni Capitolio, sin el Morro ni la Cabaña, nos ha mostrado una historia rica, ligada a nuestros verdaderos antepasados.
Quién diría que iba a encontrar en estas tierras las ruinas de un cafetal que nació del amor de un emigrante alemán y una haitiana, o un majestuoso Obelisco que se levanta en un rincón apartado de la geografía bahíahondense en recordación de la batalla de Cacarajícara, protagonizada por Maceo, o un Mausoleo a los Mártires del Moncada.
A cada paso como artemiseña descubro algo nuevo, cautivador, algo más mío y nuestro que me incita a sentirme hija de esta tierra. Atrás quedarán bellos recuerdos de la que otrora creíamos nuestra capital. Sin embargo, esta que se alza ahora, que construyen nuestras propias manos hoy, invita a quererla, a amarla, porque es más nuestra, más cercana... y se parece más a su gente.
Pinareños y habaneros fuimos fundidos en esta mezcla extraña de identidades que es el artemiseño. Juntos fuimos convocados a experimentar nuevas cosas en medio del proceso de actualización del modelo económico que vive el país. Y eso también nos unió. Sabernos protagonistas como aquellos jóvenes artemiseños que pelearon en el Moncada, nos dio fuerzas y aliento para sacar adelante la provincia.
Hoy, Artemisa es nuestra, sus dirigentes, seguidos por el pueblo, luchan por darle una nueva imagen al territorio, por impulsar obras y aprovechar sus potencialidades agrícolas e industriales. Todos somos gestores de esta etapa y con orgullo, nos sentimos cada día más artemiseños… porque solo se quiere aquello que se crea. Y Artemisa es nuestra creación. 

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