Trilladas por estos
días las felicitaciones y el agradecimiento. Desde mi trinchera, desde la
pluma, mi homenaje al hombre de verde olivo, al líder barbudo, siempre al
frente del pueblo con la sonrisa, convenciendo con la palabra, con el ejemplo.
Siempre lo vi tan alto, tan lejano, como uno de esos héroes
inalcanzables, vaticinador de futuros, predicador de ideas y ejemplo, guardián
de Cuba y del mundo.
Pudo ser un hombre de éxito del lado de la clase
explotadora. Su linaje le hubiera permitido triunfar en la Cuba de los años 50. Pero se
hizo abogado y en la trinchera de la Universidad de la Habana bebió del caudal
revolucionario de Mella, se nutrió de las ideas de Martí y decidió echar su
suerte con los pobres de la tierra.
Sin dejar morir al Apóstol en el año de su Centenario fue
Fidel el guía indiscutible de la generación de jóvenes que asaltó los cuarteles
Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en el intento de iniciar la lucha insurreccional
armada y despojar a Cuba de los males de tantos años de tiranías y del yugo
americano.
Pudo cambiar de ideas tras el fracaso… pero persistió, y
como hombre que actúa como piensa vino a Cuba desde México, en el yate Granma,
subió a la Sierra
y allá también fue líder, allá también arriesgó su vida, de frente a las balas
en el combate.
Nunca nadie dudó de su condición de líder innato. Si
hablaba, todos quedaban en silencio, como quien escucha atentamente a un hombre
sabio. Si actuaba, la multitud le seguía.
Este 13 de agosto arribó a su cumpleaños 86, ya no está en
la tribuna de pie, pero no abandona la pluma. Ya no da discursos ni marcha
frente a la plaza… pero está presente en cada una de las obras de esta
Revolución, en cada batalla, en cada acierto, en cada rectificación.
Los agradecimientos y las felicitaciones sobran, no son solo
por los 86, sino por toda la vida, por todas las enseñanzas, por los ejemplos.
En lo particular mi agradecimiento al colega, al amigo que
supo enseñarme, al Jefe, al Comandante, al líder, al diplomático.
Gracias, porque en parte soy periodista por ese deseo aún
incumplido de tenerlo cerca, de estar al lado del hombre que con su palabra y
sus ideales mueve todavía a la
Humanidad, y por esa obra tan grande que supo construir que
se llama Revolución, porque ninguno como usted para preocuparse por los destinos
del mundo, ninguno como él para guiar a la humanidad por el camino humano, por el
sendero de la solidaridad, de la igualdad, del NO rotundo a la guerra.
Gracias Comandante, porque ha sabido guiarnos, porque nos
enseñó con su ejemplo que existen todavía líderes verdaderos, humanos, porque
aunque los aliados de la guerra intenten sepultar a la humanidad y el dinero y
el poder reinen los destinos de este mundo, nos enseñó a resistir, a tenderle
la mano al vecino aunque nos negara algo, a estudiar y aprender de todo como
única vía para conocer el mundo que nos rodea y sobre todo a creer que un mundo
mejor es posible.
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