jueves, 31 de octubre de 2013

El sueño de un hogar

Lo construyó mil veces con los ojos cerrados, mientras dormía. Y hasta despierta imaginó la altura de las paredes, el color, la claridad que entraría por las ventanas. Pero la realidad le mostraba una casa desecha, llena de gente, y su salario la alejaba del sueño, y los preciso de los materiales de construcción y de mano de obra le hacían polvo cada ladrillo edificado en las madrugadas.

Es maestra, trabaja en una escuela y ayuda a los niños a edificar sueños, pero sabe que el suyo es más difícil, o al menos más costoso, y hasta llegó a creer que no lo lograría; pero un día leyó las noticias y encontró la luz al fondo del camino. Habían aprobado la política de subsidiar personas y ella clasificaba como posible beneficiada, por el hacinamiento, los bajos ingresos y un esposo liciado que dependía económicamente de su salario.
Entonces aquellos 80 mil pesos cayeron del cielo, y le ayudaron a cumplir el milagro. Sin perder un segundo vio paredes erguirse, ventanas abiertas de par en par, el baño, la cocina, sus cuartos. Y hasta un jardín enfrente. Tal como la soñó, hasta mejor que en sus sueños, porque es sólida, y ningún huracán podrá derribarla, y cuando abra los ojos siempre estará ahí, igualita, pintada, tangible.
Cuando la conocí tenía la felicidad dibujada en el rostro, y las lágrimas le alumbraban el alma de tanta emoción. Con la voz entrecortada agradecía a la Revolución, esa que no la dejó desamparada cuando más necesitaba un techo, cuando ya creía que su sueño se le escapaba entre las manos.

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