jueves, 29 de mayo de 2014

El paraíso de Eloísa

Eloísa Bocourt Vigil le cambió el color a la ladera de una montaña. Hace unos meses el patio de la casa que habita se le quedó pequeño, y quizás fueron las mismas plantas que con tanto cariño cultiva las que le pidieron más espacio, o la necesidad de buscar un empleo para toda la familia que le garantizara trabajo e ingreso a su esposo y su hijo.

Entendiendo la necesidad de potenciar en el país el empleo de la medicina natural, la exmaestra Eloísa comenzó a edificar su finca de plantas medicinales el tres de octubre de 2013 y sigue empeñada en crecer, en diversificar sus producciones.

Cuenta la sencilla mujer que «ese terreno estaba al lado de la casa, a orillas de la carretera y ya se había tornado un marabuzal feo y lleno de basura. Había tanto marabú que hemos sacado unos 90 sacos de carbón.»
Así que no lo dudó, acudió a su municipio a pedir el terreno y, desde que le fue concedido, trabajar es el empeño de los miembros de la familia; incluso hasta el hermano y los cuñados colaboran cuando pueden, así como los pequeños de la comunidad que pertenecen a un círculo de interés, y un joven que está a punto de entrar al Servicio Militar.
Aunque su finca Tres Palmas se precia de ser de plantas medicinales conviven en armonía la caléndula, el jengibre, la manzanilla, la sábila y la pasiflora con plantas de guayaba, mamey de injerto, guanábana, mango, melocotón, cereza, piña, y cuanta fruta encuentre para sembrar.
Más de cien peces crecen en una pequeña laguna dentro de su finca, y tiene un pedazo sembrado de café, porque bajo su sombra es que mejor se da el jengibre en esa zona. Y experimentó ya con pepino, para probar si la tierra era buena para cultivarlo.
Todas las labores las realiza sin descuidar a sus otras plantas, esas que desde antes albergaba en el patio de la casa, así que las orquídeas, helechos, rosas, lirios y cactus no han sentido envidia de las nuevas inquilinas, porque Eloísa parece ser incansable, y mientras más trabaja mejor y más revolucionaria se siente.
Ahora anda preocupada por almacenar agua para regar sus plantas en tiempo de seca, y sueña con ver los frutos de sus plantas para también hacer un puesto de venta o de jugos. Y habló hasta de un convenio con la secundaria cercana para que los estudiantes cumplan con su etapa de trabajo en el campo en las áreas de su finca.
Eloísa deja en todo el sello de la mujer, porque ha decorado su pedacito de tierra con encanto y dulzura, cual si fuera una casa al aire libre, llena de flores, limpia y pintadita. Las frases de Martí estampadas en las piedras revelan la impronta de la maestra, solo que ahora no imparte clases frente a un pizarrón, sino labrando la tierra y sembrando con sus propias manos.
Tengo la impresión de que si voy dentro de unos meses no voy a reconocer el lugar, porque se que ella habrá trabajado más, y será más lindo y cautivante ese pequeño paraje de la geografía artemiseña. Quizás entonces sus abejas se hayan marchado, celosas de ver a esa familia laborando con más empeño que ellas.
De seguro por estos días, cuando reciba la visita del Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, recibirá muchos elogios, y hasta recomendaciones para ser mejor. Pero el mayor premio para Eloísa es subir a la parte más alta de su finca, contemplarla, idearle nuevas plantas. En sus manos está la fuerza para seguir trabajando, y en su corazón el empuje para hacer de su fina un referente a nivel nacional.

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