viernes, 26 de mayo de 2017

Y el viajero haría bien

Con permiso de la colega Aydelín Vázquez tomo este interesante trabajo publicado en la página web de el artemiseño para compartir con todos algo no muy conocido en la historia de Cuba: las muchas veces que fue enterrado nuestro José Martí

A cualquier cubano le gustaría visitar el lugar siquiera una vez. Es un mausoleo arquitectónicamente bello, lleno de símbolos representativos de la vida del hombre que físicamente descansa allí. Desde ambos lados de la estatua que perpetúa su figura, puede observarse la bóveda cubierta por la bandera de la estrella solitaria. Entonces comprendes: no estás solo ante la tumba de José Martí, es la historia de Cuba, casi la puedes tocar.

Los restos del Héroe Nacional reposan en ese Mausoleo del cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, desde el 30 de junio de 1951. La obra corresponde al arquitecto Joaquín Benavent y al escultor Mario Santi. Pero, ¿dónde estuvo hasta entonces el cadáver del Maestro?

Tres moradas iniciales
Quizás muchos lo sepan: tras la caída en combate en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, sus restos fueron inhumados y enterrados en varias ocasiones. Los historiadores señalan en total cinco las veces sepultado en diversos sitios.
El primer enterramiento ocurrió el día siguiente al suceso, en el cementerio de Remanganagua, lugar cercano, antes de su traslado hacia Santiago de Cuba por las tropas españolas. Luego, ante las dudas surgidas por su muerte, el gobierno español quiso una confirmación, de manera que el cadáver fue desenterrado el 23 de mayo y realizada la autopsia. A Santiago llegó el 27 y fue sepultado en el nicho 134 Galería Sur, en Santa Ifigenia. Dicho sitio incumplía las condiciones dignas para tan célebre figura.
El tercero sucedió motivado por una disposición sanitaria del gobierno interventor norteamericano: ordenaba la demolición de los antiguos nichos del cementerio. Una comisión integrada por Emilio Bacardí, José Bofill Cayol y el general del Ejército Libertador Rafael Portuondo, entre otras personalidades, se ocupó de lograr una tumba para el Apóstol.
Así, el 24 de febrero de 1907 sus restos fueron extraídos en ceremonia solemne, y depositados en una urna de metal en el propio nicho 134, convertido en un pequeño panteón, conocido después como el Templete. Algunos consideran este el primer verdadero entierro, pues alrededor de su tumba figuraban lápidas con pensamientos suyos y en la exhumación participó su hijo.
Precisamente del Templete, edificación ya desaparecida, atesora celosamente una fotografía el sancristobalense Ramiro González, profesor jubilado y apasionado coleccionista, sobre todo de la iconografía de Martí. “La imagen muestra un grupo de estudiantes junto a profesores, durante un homenaje al Apóstol en el panteón, y está fechada en junio de 1937”.

Una tumba lo suficientemente digna
En 1946 se convocó a un Concurso Nacional para edificar una tumba lo suficientemente digna de tan ilustre persona. Una exposición en el Gobierno Provincial, presentó los 18 proyectos, del 28 de enero al 2 de febrero de 1947. Tras la selección de la obra del arquitecto y el escultor ya mencionados, se realizó una recogida por cada cubano de 0.20 centavos para financiarla.
Como es de suponer, el proceso constructivo hizo necesario el traslado de los restos. Fueron ubicados en el Retablo de los Héroes, en la misma necrópolis, el 8 de septiembre de 1947. Luego de tres años y casi 10 meses, fueron inhumados, colocados en una nueva caja metálica y trasladados al Gobierno Provincial.
Allí, el 29 de junio de 1951 se le rindieron los honores póstumos y se veló toda la noche. Al día siguiente, se llevaron a su definitiva morada, en el nuevo mausoleo construido en el mismo lugar del Templete, luego del esfuerzo de muchos hombres y mujeres dignas.
Por eso mi certeza de que cada cubano desearía estar en alguna ocasión allí. En sitios como ese descubres el significado de cubanía, patriotismo, amor a la bandera.
Haría bien en visitar el Mausoleo, como el viajero que “llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar”.
Tal como escribió el autor del relato Tres héroes más adelante: “Esos son los héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad”. ¡Él hizo ambas!

Foto tomada en junio de 1937, durante un homenaje a Martí / Cortesía de Ramiro González

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