miércoles, 10 de octubre de 2018

Siempre al calor de la llama libertaria

El décimo día de octubre de 1868 marcó un antes y un después en este archipiélago. Carlos Manuel de Céspedes, un rico hacendado del Oriente, cubanísimo e independentista, decidió unir su suerte a la de los esclavos que hasta ese día le habían servido, y dio inicio a las largas luchas del pueblo cubano por la total soberanía.

La campana del ingenio La Demajagua, en un repique libertario, llamó a todos al combate, y desde entonces su sonido es símbolo de lucha por la justicia. “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de Cuba”, dijo ese amanecer glorioso quien por derecho propio se ganara el título de Padre de la Patria.
Y es que Céspedes fue el iniciador, el primero en ponerse en pie de guerra frente al dominio colonial español, que quiso amedrentarlo con la amenaza de arrebatarle a uno de sus hijos… y encontró la respuesta pujante del hombre resuelto a conquistar la libertad para todos: “Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por las libertades patrias”.
Oriente fue siempre la cuna de las revoluciones en Cuba, pero la llama ardiente también llegó a estas tierras; fueron varios los hombres que participaron en las contiendas mambisas, y después en las otras luchas que emprendió Cuba por su libertad: primero del yugo español y luego del dominio neocolonial que nos impuso Estados Unidos y al cual sirvieron fielmente los gobernantes de turno.
El propio Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la República en Armas, reconoció el aporte de Occidente a la Guerra de los Diez Años. “Soldado de Occidente, conozco vuestros heroicos trabajos y los venero. Conozco la desventajosa situación en que os halláis con respecto a nuestros opresores, y me prometo remediarla. Yo os envío el homenaje de mi admiración y el auxilio de mis armas”.
Como reza un artículo publicado en 2017 en este semanario, con la autoría del historiador Daniel Suárez, en tierras hoy pertenecientes a Artemisa hubo varios focos insurgentes: el encabezado por Manuel Prieto y Armas en San Antonio de los Baños; el movimiento revolucionario liderado por Carlos Baliño y Piloto (padre de Carlos Baliño), en Guanajay; y el movimiento libertario bajo las órdenes de Rafael del Pino Díaz en San Cristóbal.
El territorio que hoy comprende nuestra provincia fue testigo de la bravura de Carlos Idelfonso García Sosa, natural de Corralillo, en Bauta, quien en poco tiempo se convirtió en uno de los mayores escollos que encontró el ejército español en Vueltabajo.
Más adelante otros se alistaron en la contienda del 95, pero la llama más ferviente fue la que prendió en los jóvenes artemiseños de la Generación del Centenario, ellos fueron al mismísimo Oriente, a la cuna de la Revolución, a reiniciar las luchas inconclusas de Céspedes y Martí. Muchos perdieron la vida; otros vieron en la Sierra, años después, la estrella de la independencia.
A 150 años del histórico y necesario alzamiento, los cubanos recordamos la fecha desde Oriente hasta Occidente. Aquí, en tierras del Ariguanabo, resuena aún una campana, réplica de aquella heroica. En el Bosque Martiano no faltará entonces ese sonido este 10 de octubre, para que nadie olvide la hora justa cuando los cubanos comenzamos a transitar por el camino hacia la libertad definitiva.

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