El décimo día de octubre de 1868 marcó un antes y un después en este
archipiélago. Carlos Manuel de Céspedes, un rico hacendado del Oriente,
cubanísimo e independentista, decidió unir su suerte a la de los
esclavos que hasta ese día le habían servido, y dio inicio a las largas
luchas del pueblo cubano por la total soberanía.
La campana del ingenio La Demajagua, en un repique libertario, llamó a
todos al combate, y desde entonces su sonido es símbolo de lucha por la
justicia. “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse por la cumbre del
Turquino viene a alumbrar el primer día de libertad e independencia de
Cuba”, dijo ese amanecer glorioso quien por derecho propio se ganara el
título de Padre de la Patria.
Y es que Céspedes fue el iniciador, el primero en ponerse en pie de
guerra frente al dominio colonial español, que quiso amedrentarlo con la
amenaza de arrebatarle a uno de sus hijos… y encontró la respuesta
pujante del hombre resuelto a conquistar la libertad para todos: “Oscar
no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueren por las
libertades patrias”.
Oriente fue siempre la cuna de las revoluciones en Cuba, pero la llama
ardiente también llegó a estas tierras; fueron varios los hombres que
participaron en las contiendas mambisas, y después en las otras luchas
que emprendió Cuba por su libertad: primero del yugo español y luego del
dominio neocolonial que nos impuso Estados Unidos y al cual sirvieron
fielmente los gobernantes de turno.
El propio Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la República en
Armas, reconoció el aporte de Occidente a la Guerra de los Diez Años.
“Soldado de Occidente, conozco vuestros heroicos trabajos y los venero.
Conozco la desventajosa situación en que os halláis con respecto a
nuestros opresores, y me prometo remediarla. Yo os envío el homenaje de
mi admiración y el auxilio de mis armas”.
Como reza un artículo publicado en 2017 en este semanario, con la
autoría del historiador Daniel Suárez, en tierras hoy pertenecientes a
Artemisa hubo varios focos insurgentes: el encabezado por Manuel Prieto y
Armas en San Antonio de los Baños; el movimiento revolucionario
liderado por Carlos Baliño y Piloto (padre de Carlos Baliño), en
Guanajay; y el movimiento libertario bajo las órdenes de Rafael del Pino
Díaz en San Cristóbal.
El territorio que hoy comprende nuestra provincia fue testigo de la
bravura de Carlos Idelfonso García Sosa, natural de Corralillo, en
Bauta, quien en poco tiempo se convirtió en uno de los mayores escollos
que encontró el ejército español en Vueltabajo.
Más adelante otros se alistaron en la contienda del 95, pero la llama
más ferviente fue la que prendió en los jóvenes artemiseños de la
Generación del Centenario, ellos fueron al mismísimo Oriente, a la cuna
de la Revolución, a reiniciar las luchas inconclusas de Céspedes y
Martí. Muchos perdieron la vida; otros vieron en la Sierra, años
después, la estrella de la independencia.
A 150 años del histórico y necesario alzamiento, los cubanos recordamos
la fecha desde Oriente hasta Occidente. Aquí, en tierras del
Ariguanabo, resuena aún una campana, réplica de aquella heroica. En el
Bosque Martiano no faltará entonces ese sonido este 10 de octubre, para
que nadie olvide la hora justa cuando los cubanos comenzamos a transitar
por el camino hacia la libertad definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario